Teléfono: No consta.
Precio: 10 € por persona.
Resumen: Un lugar auténtico. Comida tradicional y calidad excelente.
Situado cerca de la plaza de San Francisco, al lado de la mítica Estación del Silencio.
Este pequeño bar sin ninguna decoración en sus paredes a excepción de embutidos, fotos y algún calendario, recuerda más a una tasca de antaño de pueblo que a una bodega.
A la derecha del establecimiento hay tres mesas altas, aunque hay más taburetes a lo largo de la barra, la mayoría de la gente está de pie.
Lo típico en este establecimiento son las raciones. Pedimos para seis:
Una ensalada de: tomate, tacos de escabeche, pimiento rojo, puntas de espárragos blancos y aceitunas. Todo muy abundante, el escabeche buenísimo.
Cuatro patatas asadas. Es el plato estrella, están riquísimas. Realmente es un patatón así que recomiendo compartirla entre dos personas si se van a pedir más platos. Por cierto, las hacen sólo por las tardes y el sábado es el único día que no las sirven.
Un plato de trigueros.
Y una ración de longaniza, chorizo y morcilla asada.
Todo recién hecho y de una calidad excelente. En otra ocasión probamos las navajas y las salmueras y también deliciosas.
Para beber tomamos una botella de tinto Somontano, cervezas y varios refrescos. Si alguien quiere postre y café, tendrá que tomarlo en otro local ya que aquí no hay.
La cuenta ascendió a 65€, menos de 11 € por persona.
A destacar el trato amable y cercano y rápido servicio por parte del personal. Por sacarle alguna pega, en fin de semana y a partir de las nueve de la noche es casi imposible conseguir asiento.
Un lugar muy singular, que personalmente me encanta.